Por José Manuel Vecino P.*
En la vasta y compleja tela de la psique humana, existen patrones de comportamiento que nos seducen y desconciertan a partes iguales. Uno de estos fenómenos es el Síndrome de Hubris, una condición que, aunque no figura en los manuales de diagnóstico psiquiátrico como el DSM-5, ha captado la atención de psicólogos, filósofos y observadores sociales. Este síndrome, cuyo nombre deriva del griego antiguo y se traduce como "desmesura" o "desafío arrogante hacia los dioses", describe una peligrosa transformación en quienes ostentan poder.
El Síndrome de Hubris se manifiesta en líderes políticos, empresarios exitosos, artistas y otras figuras públicas que, al alcanzar el éxito y el control, desarrollan una confianza desmesurada en sus propias capacidades. Es como si el poder intoxicara la percepción del individuo, llevándolo a ignorar críticas, tomar decisiones impulsivas y actuar como si las reglas comunes ya no se aplicarán para ellos. Este fenómeno fue explorado por primera vez por el político británico David Owen, quien lo describió como un estado en el que el individuo se embriaga con el poder y comienza a actuar de forma irracional y autodestructiva.
Las características del Síndrome de Hubris se despliegan como una coreografía predecible, aunque profundamente perturbadora. El individuo afectado desarrolla una sensación de omnipotencia que lo convence de que siempre tiene la razón. Su autovaloración se vuelve desmedida, ignorando cualquier consejo o advertencia externa. Estas personas se obsesionan con su imagen pública y buscan constantemente reconocimiento, pero con una desdén palpable hacia los que perciben como inferiores. A menudo, terminan aislados, rodeados únicamente de quienes les adulan, lo que refuerza aún más su visión distorsionada de la realidad.
Un ejemplo que ilustra esta condición podría ser el ficticio “Arturo Galván”, un magnate de la tecnología que comienza su carrera con humildes orígenes y una visión innovadora para cambiar el mundo. Durante sus primeros años, Arturo es aclamado como un genio por sus ideas disruptivas, y su empresa crece exponencialmente. Sin embargo, a medida que su riqueza y poder aumentan, también lo hace su incapacidad para tolerar la crítica. Despide a colaboradores clave que osan contradecirlo y comienza a tomar decisiones sin consultar a sus asesores. Convencido de que es intocable, invierte todos los recursos de su compañía en un proyecto arriesgado que finalmente fracasa estrepitosamente, arruinando su reputación y llevando su imperio a la bancarrota. Arturo, cegado por su propia arrogancia, representa un caso clásico de cómo el poder puede corromper incluso a las mentes más brillantes.
Los síntomas de este síndrome son tan variados como insidiosos. Entre ellos destacan la sobreestimación de las propias capacidades, una necesidad constante de ser admirado, el desprecio por las normas sociales y una desconexión progresiva de la realidad. Estas características no aparecen de manera inmediata; más bien, el síndrome se desarrolla de forma gradual, alimentado por los éxitos iniciales del individuo y reforzado por un entorno que rara vez cuestiona su autoridad.
El Síndrome de Hubris nos invita a reflexionar sobre los peligros del poder descontrolado y la importancia de rodearse de voces críticas. En un mundo que a menudo glorifica el éxito y la confianza, es crucial reconocer que incluso las mentes más brillantes pueden sucumbir a la arrogancia si no se les pone freno. Este fenómeno no solo afecta al individuo que lo padece, sino también a quienes lo rodean, ya que sus decisiones pueden tener consecuencias devastadoras para comunidades enteras.
Para contrarrestar este síndrome, resulta esencial fomentar la autoconciencia y la humildad, cualidades que pueden servir como anclas frente al imán del poder. Los líderes deben rodearse de personas que tengan la libertad de expresar sus opiniones y, sobre todo, estar dispuestos a escuchar. De esta forma, quizás podamos evitar que el Hubris continúe cobrando nuevas víctimas en la historia de la humanidad.
Referencias
Owen, D. (2008). El síndrome de la arrogancia: Bush, Blair y la intoxicación del poder . Politico's Publishing.
Lehrer, J. (2009). "La psicología del poder: por qué el poder corrompe". Psychology Today .
Fisman, R., y Galinsky, AD (2012). La paradoja del poder: cómo ganamos y perdemos influencia . Nueva York: Penguin Books.
Kipnis, D. (1972). "¿El poder corrompe?". Revista de personalidad y psicología social , 24(1), 33-41.
*José Manuel Vecino P. Magister en Gestión Ambiental, Especialista en Gestión Humana, Gerente de Gestión Humana, Consultor empresarial y Docente Universitario. Escríbeme a jmvecinop@gmail.com
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